Presentación del libro Fidel ante los problemas del mundo contemporáneo

Manu
Presentación del libro Fidel ante los problemas del mundo contemporáneo

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Por:
Manu Pineda
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En primer lugar quiero mostrar la emoción y orgullo que siento al presentar este libro de escritos y discursos de Fidel Castro Ruz en la Ciudad de La Habana, en su Feria del Libro que tanto debe al impulso de Fidel.

Alguien puede pensar que ya está todo dicho, todo escrito sobre Fidel, nada más lejos de la realidad, es precisamente en estos tiempos difíciles cuando es más necesario que nunca releer y estudiar a un Fidel, cuyo aporte a la historia del pensamiento se hace más grande con el tiempo.

Cuando relaciona que Revolución es sentido del momento histórico; con la necesidad de cambiar todo lo que debe ser cambiado y la defensa de los valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; en ese sentido, esta modesto aporte que no pretende ser un análisis completo del pensamiento de Fidel Castro Ruz, sino dar una serie de pinceladas que nos sirvan de referencia en nuestro trabajo diario, así, a lo largo de estas páginas queda de manifiesto su talla moral y política, la de un líder irrepetible que marcó el siglo XX pero que también acertó a comprender y anticipar los retos de este siglo XXI.

Temas tan dispares como la paz, el multilaterialismo, la ecología, la igualdad de género, el derecho al agua, a la educación, la integración latinoamericana y un largo etcétera, no solo no le fueron ajenos, sino que los hizo suyos.

El prólogo del libro que tengo el honor de presentar empieza con una cita del expresidente argelino Abdelaziz Bouteflika (1999-2019) en la que afirmaba que Fidel Castro tenía «la rara facultad de viajar al futuro, para luego regresar a contarlo». Una afirmación que sintetiza a la perfección la extraordinaria capacidad analítica del Comandante, que queda de manifiesto en este excelente compendio de discursos (1959-2016).

Pues bien, quisiera empezar la presentación modificando esta frase para decir que en estos momentos tan complicados que vive la humanidad, en que se mezclan las crisis medioambientales y económicas, con un militarismo cada vez más agresivo, con el que el bloque imperialista trata de frenar su declive, tenemos la necesidad de viajar al pasado para reencontrarnos con las enseñanzas de Fidel Castro Ruz y volver al presente para aplicarlas en nuestra acción diaria.

El libro no busca ocupar un lugar frío en una biblioteca, busca ser un instrumento para fortalecer la lucha ideológica que nos ayude a dar respuesta a los problemas con los que nos enfrentamos en el mundo de hoy.

Por ello este libro recoge el espíritu de la ley que Raúl Castro leía en la Plaza de la Revolución de Santiago de Cuba en el momento de la despedida física de Fidel, la ley por la que se prohíbe emplear el nombre de Fidel Castro Ruz para cualquier tipo de condecoración, reconocimiento o título honorífico, impidiendo utilizar su imagen para erigir monumentos, bustos, estatuas, tarjetas conmemorativas y otras formas similares de homenaje, plasmando el concepto de ética política de un Fidel que siempre puso en primer plano la difusión de sus ideas, por encima de cualquier tipo de culto a la persona.

El mejor reconocimiento que podemos hacer a Fidel Castro Ruz es interiorizar en nuestro trabajo diario sus ideas sus enseñanzas.

Fidel desde el primer momento tuvo claro que la Revolución tenía que plantearse al mismo  tiempo que la mejora de las condiciones de vida del pueblo, mantener una conciencia que sustituya en cada persona los valores del capitalismo por los valores revolucionarios.

Por ello, Fidel nunca descuidó la Batalla de Ideas, la necesidad de dedicar esfuerzos al fortalecimiento de los principios ideológicos y a su aplicación a la realidad en una magnífica interrelación entre teoría y práctica.

Desde esta Batalla de Ideas nos hizo comprender que si se aceptan los «cantos de sirena» que le llegan del mundo capitalista, el precio a pagar es llevar a las próximas generaciones a la sumisión, la explotación y la indignidad, esta enseñanza sigue siendo válida en estos momentos.

Por eso en este libro, hay una idea fuerza que recorre los escritos y discursos de Fidel, la idea de dignidad como concepto que da fortaleza y unidad al Pueblo, porque tiene su base en que cada persona sea consciente de la importancia que tiene ser dueño de su Patria.

Por ello, la nacionalización de las grandes empresas que representaban en Cuba al imperialismo, fue una decisión que se explicaba no solo por su importancia económica, sino que tenía el valor de devolver al pueblo cubano lo que era suyo y que el capitalismo le había robado con la ayuda de la burguesía local, corrupta y criminal.

El concepto de dignidad que se refleja en todos los discursos y escritos de Fidel es el hacer sentir al más humilde campesino, al más sencillo de los habitantes de un barrio o pueblo, dueños de las riquezas de su Patria, porque la Revolución le devolvía a millones de cubanas y cubanos la dignidad como personas y como pueblo.

Ese sentido de la defensa de esta dignidad que Fidel nos enseña es la que hace que un pueblo sea rebelde y disciplinado a su vez, que puede discutirlo todo, pero que al mismo tiempo está dispuesto a dar su vida por la defensa de la sociedad que la Revolución le ha permitido construir, transformando a siervos en personas libres.

Hay que leer a Fidel para entender cómo desarrolla y perfecciona el pensamiento de Martí que busca unir el sentimiento patriótico y el internacionalismo. La libertad nacional con la igualdad, y la justicia social. La historia de un país, con la historia de la humanidad.

Leer a Fidel nos ayuda a tomar conciencia de la necesidad de rebelarse contra la política del garrote que usa el imperialismo.

Como dice el prólogo del libro el lector tiene entre sus manos decenas de intervenciones de Fidel Castro Ruz, que son de obligado estudio para aquellos que nos negamos a comprender el mundo como una realidad invariable y estática, sino que nos identificamos con el concepto de Revolución que nos dejó Fidel.

En total, el libro comprende más de 60 discursos en más de 60 años de Revolución. Discursos que comienzan con las vibrantes intervenciones pronunciadas en enero de 1959 en Venezuela, en la que fuera la primera gira exterior tras el triunfo de los barbudos, y donde Fidel ratificaba su vocación revolucionaria afirmando que «Ser revolucionario es tener una postura revolucionaria en todos los órdenes, dedicar su vida a la causa de los pueblos, dedicar su vida a la causa de la revolución de los pueblos, a la plena redención de los pueblos oprimidos y explotados». Y que culmina con sus últimas disertaciones en el año 2016 sobre la necesidad de la paz y sus apuntes sobre el “deshielo” entre Cuba y EE.UU..

Son muchos los ejemplos de ese Fidel «viajero en el tiempo» pero una de sus aportes más valiosas en este momento, fue su apuesta decidida por la paz, como base sobre la que organizar el orden internacional y la convivencia entre los pueblos del mundo en el desarrollo de un proyecto común.

Unas reflexiones que cobran especial importancia en momentos como este, donde la guerra -convenientemente alimentada por el imperialismo estadounidense- vuelve a azotar el viejo continente y amenaza con una escalada impredecible y es utilizada para arreciar las agresiones contra los pueblos como el cubano o el venezolano que no se someten a sus intereses.

No es casualidad que este libro se cierre con la breve alocución que Fidel hizo en la sesión de clausura del VII Congreso del PCC en abril del 2016 porque estas palabras cristalizan su abnegación revolucionaria y alienta al imprescindible trabajo militante: «A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos como prueba de que, en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos».

Estas pinceladas que he tratado de resaltar del pensamiento de Fidel, y otras muchas que podremos encontrar en las páginas de este libro sobre el pensamiento de Fidel, nos demuestran cómo se ganó por derecho propio un lugar entre quienes con su trabajo político, sus escritos y su ejemplo, forman parte de los grandes revolucionarios a los que estudiar y de los que aprender.

En este contexto, Fidel Castro Ruz vuelve a reivindicarse como un ejemplo necesario y vigente. Suya fue la apuesta por convertir a América Latina y el Caribe en zona de paz, una realidad que se materializó en 2014, durante la segunda cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Un texto al que Cuba ha hecho honor y puesto reiteradamente en valor al impulsar con valentía y determinación numerosos procesos de paz en la región.

En esta misma dirección, y cuando la carrera armamentística parecía no conocer límites, el Comandante abogaba por: «cesar la carrera armamentista, prohibir las armas químicas y otros medios de destrucción masiva, reducir significativamente las armas convencionales e iniciar un programa para la total eliminación de las armas nucleares en el más breve tiempo posible». Un programa que hoy los defensores de la paz y el progreso seguimos haciendo nuestro medio siglo después.

Su caracterización del capitalismo como «depredador insaciable» también se anticipaba a los actuales debates sobre crisis ecosocial, colapso climático y decrecimiento. Conceptos sesudamente analizados hoy y que Fidel definía acertadamente como una característica indisociable del capitalismo en su etapa imperialista actual. En 1972 ya sentenció: «El mundo del futuro enfrenta ese reto; enfrenta el reto del envenenamiento de la atmósfera, envenenamiento de los ríos, de los mares, del aire».

Pero no solo acertaba en el diagnóstico, sino que también señalaba correctamente la causa, entendiendo que en la crisis climática no comparten responsabilidad los desposeídos y los grandes poderosos. En 1992, en su intervención durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro (Brasil), esbozó lo que hoy sigue siendo la columna vertebral del cambio climático para los marxistas:

«Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto».

La imperiosa necesidad de avanzar en la integración latinoamericana, hoy tan reclamada y tan poco construida, también fue objeto de reflexión por parte de Fidel Castro Ruz en 1959, cuando interrogaba a una abarrotada plaza: «¿Hasta cuándo vamos a ser piezas indefensas de un continente a quien su libertador lo concibió como algo más digno, más grande?». No fue una pregunta vacía; décadas más tarde impulsaría la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), una herramienta de transformación clave para impulsar la década de progreso que alumbró América Latina a principios de este siglo.

Y en la misma dirección, abogó decididamente por construir amplios espacios de alianzas antimperialistas con los que dar la batalla política y cultura. El Foro de Sao Paulo lleva también su firma y es hoy una de las mayores plataformas políticas de todo el globo.

En el plano internacional, el escenario de creciente estrés geopolítico y confrontación, generado por la superpotencia que se sabe en decadencia, hace que frente a nosotros se abran -al menos- dos caminos. Uno, en el que se atrincheran EE.UU. y sus aliados, buscando mantener su posición de privilegio con el hasta hace años vigente orden unipolar; y otro, el que conforman los países en desarrollo y progresistas, que aspiran a establecer un nuevo marco de relaciones basado en el multilateralismo -con un refuerzo de los organismos supranacionales- y la multipolaridad -varios focos de poder frente a un único núcleo estadounidense-.

Fidel se adelantó a esta disyuntiva y defendió activamente un orden internacional alternativo sostenido por la legalidad internacional, la cooperación entre pueblos y el mutuo beneficio. Una enunciación simple pero contundente, porque contiene los principios esenciales para construir la convivencia del futuro. En sus propias palabras se debe «luchar por elevar el prestigio, la autoridad y el papel de las Naciones Unidas y sus agencias especializadas; brindarles nuestro sólido y ampliamente mayoritario apoyo en la lucha por la paz y la seguridad de todos los pueblos, por un orden internacional justo». Cuba es hoy representante de una política internacional que apuesta por la cooperación y no por la confrontación.

La selección de textos cierra pocos meses antes de su fallecimiento.

Son decenas los ejemplos de cómo Fidel viajó al futuro y comprendió lo que allí ocurría. Es por ello por lo que este libro requiere de una lectura detallada y sosegada, lápiz en mano, para reflexionar sobre la vigencia del pensamiento fidelista.

Es cierto que mi invitación a adentrarse en un libro tan extenso puede no ser muy popular en la época del «tweet» y de la posverdad. Siento decirle al lector que aquí no encontrará titulares pomposos ni frases hechas; sí encontrará extensas reflexiones que le servirán para afrontar los debates de nuestro tiempo. Y es que, incluso tras su partida física, Fidel Castro Ruz sigue «viajando al futuro» y sirviéndonos de inspiración a quienes luchamos por una sociedad más justa. De cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades.

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