Presentación del libro Sin olvidar mis raíces

Libro Romárico
Presentación del libro Sin olvidar mis raíces

Que estemos aquí responde al vínculo tan estrecho del autor con todo lo que personifica Fidel: revolución, patria, historiografía cubana

Por:
Olivia Diago
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Quiero referir una idea que, aun no dicha, está en el pensamiento de quienes nos encontramos en la sala. La idea responde a dos preguntas: ¿por qué aquí —me hace ilusión llamarla—, en la Casa Grande del Comandante? y ¿por qué en la jornada de conmemoración del 97 aniversario de su natalicio?

Voy a ajustarme solamente y subrayo a la obra escrita del general de división Romárico Vidal Sotomayor García, cuyo título —como casi siempre sucede— después de muchos, concluyó siendo Sin olvidar mis raíces.

Que estemos aquí responde al vínculo tan estrecho del autor con todo lo que personifica Fidel: revolución, patria, historiografía cubana.
Esta relación se puede apreciar de manera sencilla en las más de cien veces que en el libro aparece mencionado Fidel o Comandante en Jefe o solamente Comandante como a los cubanos nos gusta llamarlo.

Excluyo de este dato aproximado —por defecto diría cualquier matemático—, las veces que se omite el nombre o que se buscan otras estructuras lingüísticas por razones de redacción; también las veces que la omisión es intencional porque Fidel está implícito en lo que se cuenta.

Solo, a modo de ejemplo, en las primeras 27 páginas, antes de Sotomayor incorporarse a la guerrilla, muy jovencito entonces y con mucho desconocimiento de lo que ocurría fuera de su patria chica, su natal Vegas de Jibacoa, lo menciona 8 veces. Sin olvidar mis raíces es el modesto homenaje de su autor a Fidel, hasta me atrevo a decir que es el homenaje de los Sotomayor en su nombre.

En el libro se cuenta una anécdota de un primo suyo, cuando Camilo o Che dijo que con la familia Sotomayor se podía hacer un pelotón y Fidel precisó que no, porque en un combate podían perderlos a todos. Pero, lo cierto es que, al Ejército Rebelde llegaron a pertenecer más de los que integraban un pelotón: la cifra supera treinta, entre tíos, primos, sobrinos; y otros tantos, en calidad de guías, colaboradores, mensajeros del Movimiento 26 de Julio enriquecen esa nómina, por eso digo que de alguna manera este libro los representa a todos.

Cuatro capítulos, precedidos por el prólogo del General de Ejército y cada uno de ellos por un pensamiento del Apóstol, conforman esta historia de vida:

  • Orígenes (hasta la llegada a la capital en la caravana de la victoria)
  • Disposición  y preparación (sus años en las FAR con la excepción de las dos misiones internacionalistas que cumpliera en Angola 1975-1976 y 1982-1984). Para esos momentos el autor reservó un tercer capítulo llamado…)
  • Solidaridad (misiones en Angola,)
  • Fortalecimiento (años en el Ministerio del Interior los cuales iniciaron en momentos complejos y necesarios para preservar el orden interior del país)

Para concluir la parte textual, sus compañeros del núcleo del Partido tomaron la palabra y, a modo de epílogo y reconocimiento, le expresaron su sentir.

Cierra el libro, un pliego gráfico como evidencia de muchos pasajes que se narran.

Durante el proceso de edición, notamos carencia de anécdotas propias, entonces le solicitamos al autor testimonios de compañeros y familiares suyos que hubieran estado cerca de él en distintas etapas. Por supuesto, muchos acudieron con mucho que decir; pero después al general le preocupaban tantas alabanzas. Los que interveníamos en la edición —me refiero a los coroneles Sergio Ortega Queralta y Gustavo Milián Rivero, este director de la editorial que inició el proyecto; Julio Cubría Vichot, director actual; Marilyn, jefa de Redacción y Francy Espinosa, la complaciente diseñadora— conscientes de que tantas personas no se equivocan y que no era posible desechar la riqueza que había en las vivencias que iban llegando, la editorial, para sosegarlo en alguna medida, decidió añadir una nota en las páginas preliminares.
De esta manera, el libro no quedaba en la llanura de la exposición. De esas anécdotas —muy pocas relatadas por él— desgajan sus cualidades, las que permiten al lector conformar de manera íntegra la personalidad de Sotomayor, un hombre de verde olivo sin que la intensidad del color marque distingos, cuyo ejemplo, métodos de trabajo, disciplina, sensibilidad y exigencia son características aplicables a cualquier esfera de la vida militar y civil.

Sin responder a ningún orden, voy a ejemplificar, con relatos de testimoniantes, cualidades que denotan lo más humano de quien, en el año 2015, se le concediera el Título de Héroe de la República de Cuba.

•    relaciones humanas con los superiores, con sus iguales, con sus subordinados, con las personas a su alrededor…
El autor plantea entre las grandes satisfacciones de su vida haber sido jefe primero y político después. Reconoce que como jefe, el mejor trabajo político-ideológico se realiza con el hombre; y habla de respeto, de tratamiento adecuado a las personas, de comprender sus problemas, apoyarlos y orientarlos, atender a sus familias.

El relato de un compañero da cuenta de ello. Habla de la preocupación y apoyo que le brindó durante el tiempo que su madre estuvo enferma hasta su fallecimiento.

Otro combatiente refuerza esta idea al referir la ayuda del general cuando a su padre hubo que amputarle ambas piernas e, incluso, con emoción guarda la imagen de verlo con su uniforme verde olivo y grado de general de división cargando las coronas en el cementerio.

•    La orientación, ejecución y control de las tareas, y las formas cruzadas de comprobar el curso de ellas, es algo muy particular, sin obviar la exigencia y la ayuda, si es necesaria, ambos requisitos son ingredientes de ese proceso.

Voy a referir un ejemplo, cuyo resultado y trascendencia solo es posible por esa manera de actuar. Data de 1964, pero el general conoció la anécdota apenas el año pasado en un conversatorio en la Escuela Ñico López.

En esa ocasión el primer teniente Víctor Ballester recordó las palabras y la admiración de Faustino, un campesino de las cercanías de Guantánamo, donde el capitán Sotomayor dirigió una División de Infantería. Dice que le dijo: «Cuánto me gustaría saludarlo. ¡Tremendo jefe! Su desempeño aquí fue excelente. Eso nunca se olvida. Cuando tú lo veas, díselo, es el mensaje de un humilde cubano que reconoce el bien que hizo acá en Yerba de Guinea».

•    El ejemplo personal y su presencia física sin importar peligros tiene momentos varios que se ilustran.

Este es de los sucesos del 5 de agosto de 1994, era jefe de la Policía, debía tomar decisiones para disolver los disturbios. Y en medio de la avenida Malecón, en el mismo lada azul colocó el puesto de mando, por supuesto, le criticaron que había expuesto su integridad física.
Otro compañero contó lo impresionante que era verlo al mando, con inteligencia y mesura, sin  importarle que recientemente le habían realizado una intervención quirúrgica.

•    De su sencillez y modestia hablaron muchos…

Hay un testimonio que refiere el rechazo del general a las loas y a hablar de sí mismo. Recordó que en las conclusiones de la visita del Comité Central a la Dirección Política del Minint, cuando el general de ejército destacó su evolución y resultados del trabajo, sintió como la inhibición de su pensamiento, me confesó que a partir de un momento, no pudo seguir sus palabras.

•    su agilidad, consulta y colegio en la toma de decisiones

Me traslado a la guerra de Angola, durante la defensa de Katofe: recuperar una elevación significaba tener el conocimiento absoluto de los movimientos del enemigo —y eso mismo le pasaba a los contrarios— él indicó no solo tomarla nuevamente, sino llamarla Loma Congreso. Con esa decisión estableció un compromiso político en tiempos en que Cuba vivía la emoción de su Primer Congreso del Partido.

•    El estudio, como premisa, en muchos momentos que se vio ante lo complejo o desconocido o diferente

•    Su inconformidad. Una sola mirada nunca le es suficiente

•    La fidelidad con que se entrega a la causa que defiende.

Entonces me gustaría resaltar su desempeño heroico en tierras angolanas. Con sobrada razón decidió que esos años de su vida, pocos pero intensos, constituyeran un solo capítulo aun cuando producía saltos cronológicos en el capítulo 2, su tiempo en las FAR.

El periodista Milton Díaz-Canter, estudioso de la guerra de Angola y de la presencia de los cubanos en ella, confesó contar con testimonios de prestigiosos generales angolanos que hablan del conocimiento del general Sotomayor acerca del arte militar y de su bravura en el combate. Con esta práctica llegó a la frontera sur en marzo de 1976. Y con ella concluyó su segunda misión en 1984.

Y regreso a mi idea inicial: ¿por qué aquí? ¿por qué en este marco conmemorativo? Y es que cada acto de su vida evidencia el profundo respeto y fidelidad al Comandante en Jefe y al general de ejército. Y casi al concluir el libro les trasmite a los jóvenes el mensaje de ser fieles al legado de ambos.

Romárico siempre estuvo a la orden del Comandante; fue su combatiente en las dos caravanas; es su eterno subordinado. Así lo juró mientras lo acompañaba en el trayecto de Camagüey a Bayamo en su viaje a la inmortalidad.

A modo de resumen, Sin olvidar mis raíces ratifica el ignominioso pasado al que no queremos volver y, además, es fuente de consulta para conocer hechos trascendentales ocurridos en estos sesenta y cuatro años de la Revolución Cubana.

Agradecida de la posibilidad de andar por esos caminos, les dejo la propuesta de topar con nuestra historia más reciente, asidos de la mano de otro cubano que no conoce el agotamiento.

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