Birán, la intimidad de la casa

Birán
Birán, la intimidad de la casa

En aquel entrañable paraje, donde hoy se encuentra el Conjunto Histórico de Birán, palpita la infancia de los hermanos Castro Ruz

Por:
Alba María Orta Pérez
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En 1915, luego de haber trabajado durante años como contratista de la United Fruit Company, el emigrante gallego Ángel Castro Argiz, adquirió su primera propiedad, la finca Manacas, ubicada en las tierras de Birán, allí decidió establecerse definitivamente; le gustaba el lugar, el paisaje le recordaba su tierra natal y el clima lluvioso era una bendición para la fertilidad de las tierras.
En aquel lugar construyó su casa y con el paso de los años, fue adquiriendo nuevas propiedades hasta convertirse en un hacendado rico. Fue entonces que unió su vida a la de la joven cubana Lina Ruz González, muchos años menor que él. De los amores de Ángel y Lina nacieron 7 hijos: Angelita, Ramón, Fidel, Raúl, Juanita, Enma, y Agustina.
En aquel entrañable paraje, donde hoy se encuentra el Conjunto Histórico de Birán, palpita la infancia de los hermanos Castro Ruz, allí vivieron con entera libertad, en contacto directo con la naturaleza; aprendieron a montar caballo, a nadar en el río; compartieron sus andanzas y travesuras con los niños pobres del batey; algunas veces iban a la tienda sin permiso y les repartían ropa y tabacos a trabajadores; otras, se iban para el barracón de los haitianos a comer mazorcas de maíz asado. 
Ya en la adolescencia, a Fidel le gustaba alejarse de la casa, explorar, respirar el aire puro en la lejanía; y unas veces solo, y otras con su hermano Ramón, llegaba hasta los Pinares de Mayarí. 
Nunca sintió miedo en aquellas correrías, se sentía seguro porque su padre confiaba en él y le permitía llevar un fusil para defenderse en caso de peligro; desde entonces tenía muy buena puntería.
Su padre era un hombre bueno, de sentimientos nobles, que a pesar de sus propiedades no tenía cultura de terrateniente, llevaba en el alma su origen humilde. Nació en Galicia, España, en una aldea en el poblado de Láncara, y vino a Cuba como soldado sustituto cuando la guerra del 1995. A su regreso, en su patria no había futuro para él, España se hundía en la miseria, entonces decidió regresar a Cuba y abrirse camino. Anduvo por muchos lugares, trabajó muy duro, vivió en barracones durante mucho tiempo y cuando tuvo algunos ahorros abrió las puertas de El Progreso, un bar-bodega en el que puso todas sus esperanzas. Por entonces contrajo matrimonio con María Luisa Argota, con quien tuvo varios hijos, pero solo sobrevivieron dos. En esta etapa triste de su vida, el matrimonio se debilitó, ella no quiso seguirlo a la zona de Birán donde ya tenía algunos intereses.
En Birán dio rienda suelta a la ilusión de rehacer su vida y con el tiempo formó un hogar con Lina Ruz, la jovencita que siendo una niña, había salido con su familia de Las Catalinas en Pinar del Río, tras un ciclón que dejó a su paso un panorama desolador. En busca de empleo la familia emprendió viaje hacia el oriente del país y luego de muchos tropiezos, su padre y su tío, encontraron trabajo en las tierras del gallego Ángel Castro en Birán. Años después Lina era una muchacha alegre y laboriosa que desandaba la finca de un lado a otro; fue entonces que Ángel reparó en ella y descubrió que el amor tocaba nuevamente a su puerta. Fidel recordaba los días de su infancia, la casa de madera que respondía al modelo de las que construían los norteamericanos, de madera machihembrada, con una habitación en los altos y rodeada por un corredor; fue construida sobre pilotes como las casas gallegas. En Galicia, los campesinos resguardaban el ganado debajo de las casas durante el invierno.
Fidel recordaba que a su padre le gustaba plantar cedros.    
En la casa almacenaban agua de lluvia, bebían agua de manantial y en una pequeña nevera de madera se conservaba el hielo que se traía de Marcané y se alumbraban con velas y con faroles de gas. La transportación era a caballo o con carretas de bueyes. Una vez tuvieron un vehículo que se le daba cranque, y que manejaba su madre, después transcurrió un largo período en que no hubo automóvil en la finca y por último compraron un pisicorre.
La habitación de arriba era la del matrimonio, allí acomodaron a los hijos en la medida en que fueron naciendo. Preferían tenerlos con ellos por ser ese el cuarto más cómodo y fresco. Fidel recordaba primero la cuna, y luego la pequeña cama, a los pies de la de su padre. 
Lina Ruz, al igual que Ángel, era una mujer de trabajo, de apariencia humilde, muy dispuesta, no conocía el miedo; se ocupaba de los negocios y dirigía la casa. Era quien atendía a los niños, y aunque les daba mucha libertad, les exigía para que cumplieran las normas de disciplina. Fidel decía que con ella tenían más confianza; sin embargo, cuando corrían huyendo de Lina por alguna maldad que hubieran hecho, era detrás de Ángel que se escondían.
Según Fidel ella era el médico de la familia, tenía una especial habilidad para curar heridas y mejorar problemas de salud, atendía a los familiares y a los empleados que enfermaban con una capacidad admirable y utilizaba, con mucha aceptación, las plantas medicinales.
A los cuatro años, Fidel fue enviado a la escuelita pública del batey junto a sus hermanos mayores Angelita y Ramón, aún no tenía edad escolar, pero aprendió a leer y escribir muy pronto; recordaba los números, una fecha en la pizarra, el Himno Nacional y los versos de Martí. Su primera maestra Engracia era dulce y complaciente, luego hubo otros, y la que más tiempo estuvo fue Eufrasia Feliú, una maestra muy severa, que con sus regaños y castigos, provocaba, en ocasiones, la rebeldía de los niños. Tiempo después, a propuesta de la maestra, Angelita y Fidel fueron para Santiago a continuar estudios. Fueron tiempos difíciles, vivían en la casa de la maestra y aunque su papá enviaba una cantidad respetable por cada hijo, fueron muy mal atendidos; Ramón se sumó después y la ganancia fue mayor; pero aun así, los niños sufrieron mucho y pasaron hambre. 
El espectáculo de los gallos era muy divertido para los muchachos en Birán, las peleas se hacían en época de zafra, porque en tiempo muerto los campesinos no tenían dinero para apostar. Ramón y Raúl eran más apasionados a los gallos que Fidel, pero a él también le gustaban; creía que su gallo era el mejor, el más valiente de todos. No obstante, no le parecía justo que los campesinos perdieran en unos instantes todos sus ahorros. En la adolescencia, la valla de gallos era también un espacio en el que compartían, comían empanadillas y tomaban cerveza durante el espectáculo; otras veces organizaban peleas de boxeo entre los muchachos, según Fidel, su hermano Ramón era el mánager y lo tenía a él de gallo fino, lo echaba a pelear, y a veces con alguno más fuerte que él, por lo que no siempre salía bien en aquellas peleas.
Por parte de padre Fidel tenía dos hermanos, Lidia Castro Argota  y  Pedro Emilio Castro Argota, a los dos los recordaba con cariño; de niño simpatizó mucho con Pedro Emilio y recordaba de memoria algunos poemas escritos por  él. La relación con Lidia fue mucho más fuerte, ella era muy apegada a los hermanos Castro – Ruz. Desde el principio, apoyó a sus hermanos en la lucha revolucionaria, estuvo con ellos en México durante el exilio. Fidel decía que en la familia, Lidia había sido su primera aliada. 
Con el resto de sus hermanos mantuvo una relación muy cercana; con Angelita y Ramón compartió los primeros años de vida, la felicidad al abrigo de los padres en Birán, los juegos y vivencias de la infancia, los amigos del lugar y de la pequeña escuelita. A los siete años partió junto a su hermana Angelita para continuar estudios en Santiago de Cuba y poco después se incorporó Ramón, los tres hermanos vivieron días difíciles lejos del hogar y la triste experiencia de ser víctimas de una injusticia en la casa de la familia Feliú. Ramón y Fidel coincidieron también en los colegios La Salle y Dolores, compartieron experiencias escolares y disfrutaron juntos las tan añoradas vacaciones en Birán. Ya en los tiempos de la preparación del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel pudo contar con el apoyo de Ramón, que sin conocer los planes, siguió al pie de la letra sus indicaciones. Ellos compartían los mismos ideales, tanto Ramón como Angelita estuvieron siempre de su lado.
Raúl es el más pequeño de los hermanos varones, Fidel recordaba con emoción el día de su nacimiento. Raúl ha sido siempre muy familiar y cariñoso, Don Ángel sentía un gran apego por él. Cuando ya Fidel vivía en la Habana y su vida política había comenzado, propuso a Raúl acogerse a un plan de estudios superiores, pues su hermano no había continuado en el Colegio de Belén debido a que, acostumbrado al ambiente de la finca, no se adaptaba a los ritos y al recogimiento religioso. Raúl aceptó la propuesta de Fidel y en esta nueva etapa   adquirió valiosos conocimientos que le permitieron alcanzar conciencia de la situación de Cuba y tomar partido al lado de los humildes. En el 53, ya formaba parte del grupo insurreccional dirigido por Fidel. La actitud heroica asumida por él en este hecho trascendental de nuestra historia, la valentía, el coraje y la capacidad organizativa demostrada en la lucha revolucionaria, lo colocaron al lado de su hermano Fidel, para seguir haciendo Historia.
Juanita tuvo una buena relación con sus hermanos en la primera etapa de su vida, en un inicio los apoyó en la lucha, pero después del triunfo, no estuvo  de acuerdo con el proceso revolucionario y desde el principio se opuso a los cambios; pero Fidel no le guardaba rencor, él decía que ella tenía una mentalidad capitalista, propia del ambiente en que había crecido, que él no podía pretender que todos en su casa lo apoyaran y lo siguieran ciegamente; lo que sí consideraba una bajeza, era que el enemigo se aprovechara de esas diferencias familiares para arremeter contra la Revolución. 
Enma y Agustina, las más pequeñas de la casa, apoyaron a sus  hermanos  desde el principio, los acompañaron durante su estancia en México, vivieron junto a ellos los días difíciles del exilio, la persecución, el encarcelamiento de Fidel, el traslado de armas, el peligro. Existen periódicos de la época donde aparecen artículos firmados por Enma y Lidia Castro, donde daban a conocer pasajes de la vida revolucionaria de Fidel. Se hicieron responsables de Fidelito el tiempo que estuvo allí con su padre y compartieron también el dolor por la muerte de don Ángel, ocurrida durante la estancia en México. 
La casa original se quemó en 1954 por un accidente provocado por un tabaco que se quedó encendido en la mesita de noche de don Ángel, el fuego destruyó todo, hasta los recuerdos de familia, solo se salvaron los documentos y fotografías que guardaba su hermana mayor, que vivía en el edificio conocido como el hotelito. La desgracia ocurrió cuando Fidel y Raúl estaban presos por los sucesos del 26 de julio.   
En los altos del bar La Paloma, se llevó a cabo una remodelación para devolver su espacio a la familia, su hermano Ramón puso todo su empeño en lograrlo en el menor tiempo posible. En aquel lugar encontró Fidel a su madre en el año 58, cuando a punto de terminar la guerra, hizo un alto para abrazarla, después de largos años de ausencia.  
La réplica de la casa fue construida en 1970, como fruto de un proyecto llevado a cabo por Celia Sánchez Manduley para recuperar, en todo su esplendor, el paisaje natal de nuestros líderes históricos: Fidel y Raúl Castro Ruz.

 

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