Caravana de la libertad, una estrategia revolucionaria

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Caravana de la libertad, una estrategia revolucionaria

La Caravana de la Libertad, junto con el llamamiento a la huelga general, constituyen las primeras estrategias políticas del naciente poder revolucionario

Por:
M.Sc. Abel Aguilera Vega
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Fidel Castro y Camilo Cienfuegos a la llegada de la Caravana de la Libertad a la Habana el 8 de enero


Pocas referencias tiene nuestra historia sobre el recorrido y llegada a los principales pueblos del país de una tropa que ha triunfado sobre el enemigo. La entrada triunfal de Máximo Gómez y sus mambises a La Habana, el 24 de febrero de 1899, resulta –a todas luces– el caso más conocido. Ese día los habaneros se congregaron al paso del Generalísimo y sus soldados, lanzándoles vítores y flores a los verdaderos responsables de la derrota militar de España en Cuba.

Pero la Caravana de la Libertad, 60 años después de la entrada de Máximo Gómez a La Habana, no tuvo como objetivo desarrollar sucesivas entradas triunfales; sino que constituyó una de las primeras estrategias políticas de la naciente revolución cubana.

Antecedentes inmediatos

El 28 de diciembre de 1958, Fidel Castro y Eulogio Cantillo, a solicitud de este último, sostuvieron un encuentro en las ruinas del central Oriente en Palma Soriano. El jefe del Estado Mayor del Ejército de la tiranía reconocía la derrota militar de sus fuerzas. En la reunión se acordó que los militares se sublevarían contra Batista el 31 de diciembre a las tres de la tarde, y se impediría un golpe de Estado y la fuga del dictador.

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Fidel Castro y Eulogio Cantillo durante su encuentro en el central Oriente

Posterior a ello, Cantillo negociaría la rendición inmediata de las fortalezas militares que quedaran fieles a la dictadura, para así evitar bajas innecesarias en ambos bandos. Se respetaría la vida de los soldados a excepción de los que habían cometido crímenes, los cuales se presentarían ante los tribunales revolucionarios.

Fidel consideró imprudente que Cantillo retornara a la capital, pero ante su insistencia puso tres condiciones: no permitir la fuga del tirano Fulgencio Batista, no hablar con los representantes de la embajada norteamericana y no propinar un golpe de Estado que escamoteara el triunfo revolucionario.

Eulogio Cantillo incumplió su palabra y a su regreso a La Habana hizo exactamente todo lo contrario de lo que había acordado con Fidel Castro. Resulta ilustrativo de su conducta su estancia en el Palacio Presidencial la noche del 31 de diciembre celebrando junto al dictador, aceptar de su parte el nombramiento como jefe de las fuerzas armadas y permitir tranquilamente su salida del país horas después. (I)

Sería el propio Fulgencio Batista en sus memorias quien reconocería la intromisión norteamericana para encontrar una salida política que evitara la llegada al poder de las fuerzas rebeldes.(II) Corroborado décadas después por documentos desclasificados del gobierno de los Estados Unidos. Cantillo, de conjunto con la embajada, organizaría un «golpe de Estado» en el que depondría a Batista, permitiría su salida del país y en su lugar nombraría a otro político.

El triunfo de la Revolución sorprende al Comandante en Jefe en el central América en Palma Soriano. Después de verificar por la radio la información de la huida del tirano y comprobar que Cantillo es el que mueve los hilos de la conformación de una junta militar, que intenta evitar el triunfo revolucionario, el momento no es de alegría como se podría esperar, sino de suma preocupación. Fidel confirma que se le ha intentado timar, que Cantillo faltó a su pundonor militar y ha violado lo pactado.

Un testigo presencial, Alberto Vázquez García Vazquecito así lo recuerda:

(…) Al comunicarle la noticia se acercó a escucharla. Estábamos alegres, pero el Comandante en Jefe se molestó muchísimo y nos explicó el significado de lo acontecido, sobre todo para la definición de los revolucionarios y las fuerzas que combatían al régimen. Al poco rato redactó algunas órdenes y la alocución que leyó al pueblo de Cuba, a través de la emisora Radio Rebelde, en Palma Soriano. Aun recuerdo su firmeza cuando convocó a la huelga general, trazó la estrategia final para la entrada a Santiago y proclamó la consigna: «Revolución sí, golpe militar no». (III)

Ante el temor de que se repitiera la historia de 1898, cuando se impidió la entrada a Santiago de Cuba de los mambises, verdaderos héroes de la contienda, Fidel convocó a través de Radio Rebelde a una huelga general en todo el país, con el objetivo de insubordinar la nación e impedir la consolidación del golpe artero y traidor de Cantillo en contubernio con la embajada yanqui. Orientó a los Comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara dirigirse de inmediato hacia la capital, tomar sus principales fortalezas y controlar la situación política y militar.

La caída de Santiago de Cuba se produjo en cuestión de horas. El coronel José María Rego Rubido, jefe militar en funciones de la ciudad, fue más sensato, aceptó parlamentar en el Escandell con el líder de la Revolución, así como las condiciones propuestas para rendir la ciudad y el cuartel Moncada sin ofrecer resistencia, tarea que cumplió el Comandante Raúl Castro Ruz.

Desde este punto, en horas de la noche, Fidel se dirigió en un recorrido de 12 km y en medio del júbilo popular hacia el ayuntamiento de la ciudad, en el emblemático parque Carlos M. Céspedes. Allí se dirigió al pueblo reunido al que le expresó:

«El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor que no merece otro calificativo, y nosotros sabemos llamar las cosas por su nombre y atenernos, además, a la responsabilidad.

»No voy a andar con paños calientes para decirles que el general Cantillo nos traicionó y no es que lo voy a decir, sino que lo voy a probar. Pero, desde luego, lo habíamos dicho siempre: no vayan a tratar a última hora a venir a resolver esto con un «golpecito militar», porque si hay golpe militar de espaldas al pueblo, la Revolución seguirá adelante, que esta vez no se frustrará la Revolución». (IV)

Desde el edificio del ayuntamiento se conformó el primer gobierno revolucionario –el cual Fidel Castro no integró– y se designó al Comandante Raúl Castro, jefe de las fuerzas rebeldes en Santiago de Cuba. Con la ciudad bajo control se iniciaría el traslado del ejecutivo y del Comandante en Jefe hacia la capital.

Estrategia política

La Caravana de la Libertad, junto con el llamamiento a la huelga general, constituyen las primeras estrategias políticas del naciente poder revolucionario. La huida del tirano en sí no significaba la victoria revolucionaria automáticamente, esta había que consolidarla, -aun cuando fuerzas del Ejército Rebelde, el Movimiento 26 de Julio y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo habían tomado los principales cuarteles y estaciones de la policía en el país- por lo que la presencia del Comandante en Jefe en la capital se hacía inmediata.

El control político y militar garantizado por Camilo, el Che y otros de los principales jefes del Ejército Rebelde le permitieron al Comandante en Jefe desarrollar la importante tarea de visitar las principales plazas militares de la Isla en su tránsito hacia la capital.

La designación del Comandante Raúl Castro al frente de Santiago de Cuba, Camilo haciéndose del control del principal cuartel del país: Columbia y el Che de la Cabaña, por solo citar algunos ejemplos, seguían la estrategia de conjurar el golpe artero encabezado por Eulogio Cantillo.

El Comandante en Jefe comprendía que tan importante como ello, era el intercambio directo con el pueblo. Hasta ese momento, la prédica revolucionaria no les había llegado de forma masiva. Radio Rebelde, principal instrumento de propaganda del Ejército Rebelde, era escuchado de forma clandestina, a riesgo de represalias en caso de ser descubiertos. Los medios de prensa plana estaban dominados por la dictadura, que aplicaba la censura selectiva y aleatoriamente según su conveniencia política.

El Comandante en Jefe comprendía que la caída abrupta de la dictadura y el ascenso del poder revolucionario podía generar incertidumbre en la población, más cuando la visión mayoritaria que se tuvo hasta ese momento del Ejército Rebelde y sus principales líderes fue la brindada por el régimen. Ello hacía imprescindible ese intercambio directo, para explicar qué era la Revolución y las tareas a las cuales estaría dirigida. Este era un objetivo esencial de la Caravana.

«Yo no tenía pensado hacer una marcha triunfal, ni mucho menos; me parece que eso estaría un poco fuera de lugar en este momento. Yo me he detenido en los pueblos porque me han detenido en los pueblos, el pueblo. Y no he podido hacer otra cosa que hablar con el pueblo, a pesar de que me parecía que era necesario que estuviésemos en La Habana cuanto antes, y todo el mundo sabía que necesitábamos estar en La Habana cuanto antes; pero ya veníamos en este recorrido, y no podía menos que atender el deseo del pueblo de hablar con nosotros y de saludar a los combatientes del Moncada». (V)

Otro elemento importante era el diálogo con los soldados de la tiranía, explicarles igualmente los objetivos de la Revolución, la cual respetaría sus vidas y no tomaría represalias por el hecho de haber servido al ejército de la tiranía. La Revolución no albergaba odios, contaba con el concurso de todos sus hijos y todos ellos se verían beneficiados de las medidas de la Revolución, a excepción de los que debían crímenes, que serían llevados ante la justicia revolucionaria.

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Fidel conversa con soldados del ejército derrotado en Bayamo el 2 de enero

En resumen, la Caravana de la Libertad no constituyó una marcha triunfal del Ejército Rebelde para que el pueblo le fuera lanzando vítores a su paso por los principales pueblos del país, constituyó una de las primeras estrategias de la naciente Revolución con objetivos bien definidos: consolidar la toma del poder revolucionario en las principales ciudades del país, así como intercambiar con el pueblo y los soldados de la tiranía para explicarles qué era la Revolución, y cuáles eran sus objetivos, proyecciones y alcance.

A 65 años de tan trascendental acontecimiento, las palabras de Fidel aún cobran vigencia:

«Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil». (VI)

Notas bibliográficas:

I- Padrón, José Luis y Luis Adrián Betancourt: Batista últimos días en el poder, Ediciones Unión, La Habana, 2008, p. 399.

II- Batista Zaldívar, Fulgencio: Respuesta, México D F. 1960, p. 144.

III- Báez, Luis y Pedro de la Hoz: Caravana de la libertad, Casa Editorial Abril, La Habana, 2009, p. 16.

IV- Castro, Fidel: Discurso pronunciado en Santa Clara, el 6 de enero de 1959. Tomado de: http://cuba.cu/gobierno/discursos/

V- Báez, Luis y Pedro de la Hoz: Caravana de la libertad, Casa Editorial Abril, La Habana, 2009, p. 215.

VI- Castro, Fidel: Discurso pronunciado a su llegada a La Habana, en Ciudad Libertad, el 8 de enero de 1959. Tomado de: http://cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f080159e.html

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