El abogado Fidel Castro (Parte V)

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El abogado Fidel Castro (Parte V)

La participación de Fidel Castro en este proceso y su inmediata solución, ayudaron, sin dudas, a consolidar su pensamiento y concepción de justicia social, ya que era evidente que muchos de los problemas del país se debían a la falta de voluntad e insensibilidad de las instituciones

Por:
M.Sc. Abel Aguilera Vega
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Después del golpe de Estado el pensamiento político de Fidel Castro estaba definido. Solo la lucha armada podría revertir la situación de decadencia en la que se encontraba el país. Es por ello que se volcó definitivamente a la labor conspirativa para organizar el asalto a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo.

Para todo conspirador es imprescindible mantenerse en el anonimato y actuar desde la sombra. Eso intentó el Dr. Fidel Castro desde mediados de 1952 hasta el 26 de julio de 1953. Se alejó de las actividades políticas y se consagró a la abogacía. Esto fue una decisión estratégica que permitió organizar el asalto militar en el mayor silencio, donde no hubo penetración de los cuerpos represivos, ni delaciones. Realmente los hechos en Santiago de Cuba y Bayamo, sorprendieron a la dictadura.

«En diciembre de 1952, con Batista en el gobierno, yo tuve que justificar o enmascarar mis movimientos con algunas actividades legales. Desde entonces ya conspirábamos. Nos metimos en la oficina de un batistiano, lugar que nos sirvió de excelente camuflaje, (…) (I)
»Para entonces ya no nos exhibíamos, no andábamos en manifestaciones; (…) (II)»

No obstante, su labor en defensa de los más necesitados continuó.

Causa 906/52

El 16 de agosto de 1952 se conmemoraba el primer aniversario de la muerte de Eduardo Chibás Ribas. Varios jóvenes de la generación del centenario, sobre todo los vinculados a los ortodoxos, aprovecharon la fecha para denunciar a la dictadura y homenajear a su exlíder.

Entre las acciones que preparaban los involucrados estaba la distribución del periódico clandestino El Acusador, en el que Fidel publicó dos artículos (III) con el pseudónimo de Alejandro. Para ese día se imprimieron 10 000 copias con el objetivo de distribuirlos entre la población, así como a los asistentes al homenaje que se le realizaría en el cementerio.

Producto de una delación (IV), el 16 de agosto, fuerzas del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) realizaron un registro público a las 11 de la mañana en una casa del Vedado ubicada en calle 13 y H, donde se imprimía clandestinamente el periódico. En el lugar sorprendieron in fraganti a Joaquín González Suárez, Luis Verrier Verrier y Fernando Hernández Pérez, quienes aún imprimían copias del manuscrito. También fue detenido a las afueras del domicilio a Abel Santamaría Cuadrado, a quien se le ocupó en su auto abundante propaganda lista para su distribución.

Ese mismo día a las 4 de la tarde se realizaron simultáneamente registros en los domicilios de Jesús Montané Oropesa y Raúl Gómez García, ambos en el reparto Santo Suárez. En ambos casos se ocuparon cuantiosas «propagandas subversivas» (V y VI).

Pese a estas acciones no todos los manuscritos fueron ocupados y el periódico fue distribuido en la Plaza de la Catedral y en el Cementerio Colón, ante la tumba de Eduardo Chibás, donde discursó Fidel. Como elemento llamativo hay que resaltar que durante la causa #37/53 por los sucesos del 26 de julio de 1953, las autoridades ocuparon varias copias del periódico El Acusador, que emplearon como piezas de convicción para encausar a los involucrados.

Los seis jóvenes detenidos fueron trasladados hacia el Vivac ubicado en el Castillo del Príncipe en La Habana y puestos en libertad el 18 de agosto. Se abrió proceso penal por el delito de «Clandestinidad de impresos» (VII), con el número de causa 906/52. De inmediato los jóvenes nombraron como abogados defensores a los Doctores Francisco Corona y Fidel Castro Ruz. Este último los visitó en la prisión.

El 26 de agosto de 1952 la Policía Nacional comenzó a citar a los acusados para la vista oral convocada para el 5 de septiembre a las 9 de la mañana en la Sala 5ta. de lo Criminal del Tribunal de Urgencia de La Habana.

Evidentemente, la estrategia de los abogados consistió en dilatar el proceso hasta donde se pudiera, lo cual obligó al tribunal a suspender la vista oral en varias ocasiones como se argumentará a continuación.

El 4 de septiembre de 1952 los acusados Jesús Montané Oropesa y Joaquín González Suárez presentaron al tribunal sendos certificados médicos a nombre del Dr. Martín Israel Noa y Socarrá alegando una «congestión pulmonar» donde les recomendaban reposo absoluto. Al día siguiente el tribunal emitió un auto en el que se posponía el juicio para el 15 de septiembre a las 8 de la mañana.

Entre el 10 y el 12 de septiembre fueron citados nuevamente los acusados por la policía, pero una vez más tendría que ser pospuesto el juicio, ya que el mismo 15 de septiembre de 1952 la revolucionaria Melba Hernández Rodríguez del Rey entregó otro certificado médico, esta vez a nombre de Abel Santamaría Cuadrado y firmado por el Dr. Orestes Francisco Castillo y García quien declaraba que este padecía «cólico nefrítico» y le daba «tres días de reposo absoluto en cama». Ese día el tribunal emitió un auto posponiendo el juicio para el 3 de octubre de 1952.

A raíz de tales inconvenientes el tribunal reinició de nuevo el proceso con el objetivo de convocar a la vista oral. Los acusados fueron citados una vez más, entre los días 26 y 29 de septiembre, aunque esta vez el «enfermo» era Raúl Gómez García quien presentaría a través de Melba Hernández otro certificado médico, firmado por la Dr. Margarita Dandén Sotolongo declarando la imposibilidad de asistir al juicio, debido a que su paciente presentaba «un fuerte ataque gripal con estado febril por lo que se le ha ordenado reposo en cama hasta el retorno a la temperatura normal». Ese día el tribunal emitió un auto posponiendo el juicio para el 31 de octubre a las 8 de la mañana.

De manera definitiva el tribunal citó a los acusados entre los días 11 y 20 de octubre. El 31 de octubre de 1952, como estaba previsto se efectuó la vista oral de la causa 906/52. El tribunal estuvo conformado por los magistrados José R. Cabezas Clavelo, Antonio J. Vignier Riera y Juan F. Solís Carrillo. Como secretario ofició el Dr. Agustín Delaville y Gómez y como fiscal el Dr. Humberto de Cárdenas.

Durante la vista los acusados no reconocieron su culpabilidad, elemento muy importante para lograr su absolución, ya que el reconocimiento del delito en el tribunal constituye una prueba de bastante peso. La defensa presentó como testigos a los ciudadanos Félix Santiago Acevedo y Andrés Rodríguez Pérez.

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acta

En tanto «(…) El fiscal prescindió de la práctica del resto de las pruebas del juicio oral» y propuso la «absolución de los acusados». Por su parte, el tribunal dictó como sentencia la absolución de los acusados, determinando además que «los varios ejemplares del periódico el acusado (VIII) sean arrojados y destruidos dado su mal estado y escaso valor» (IX).

Al recordar estos hechos, décadas después Fidel le comentó a la periodista Katiuska Blanco:

«Comenzamos a tener problemas. Además del periódico ocuparon la estación de radio por la que intentábamos trasmitir nuestros programas. La policía nos perseguía. En ocasiones ocurrió que personas que nos apoyaban, al ser detenidas, nos delataron porque se asustaron. Era muy grande el clima de terror. De modo que las primeras actividades, relacionadas fundamentalmente con la propaganda, fueron contrarrestadas por la policía. Fue una lección muy importante, aunque desde luego nos subestimaron, lo cual fue bueno». (X)

Defensa a los trabajadores de la finca el Ácana en Matanzas

En la década de 1950 el campesinado era uno de los sectores más desfavorecidos por el modelo social imperante en Cuba. Como se ha expuesto con anterioridad, los tribunales, ante la presión gubernamental respondían al poder y no a la justicia. Los sindicatos estaban en manos de los mujalistas (XI) lo que hacía muy difícil que progresara alguna reclamación de los trabajadores.

En el verano de 1952 en la finca Ácana en Matanzas surgió un litigio entre los propietarios de los terrenos y un arrendatario. Los primeros querían prescindir de su cliente y esto entrañaba lógicamente su desalojo. Debido a esta problemática, los trabajadores, en su mayoría campesinos, estuvieron varios meses sin cobrar salario, ya que ninguna de las partes les pagaba a sus empleados. Como es lógico, estos interpusieron demandas en diferentes lugares, pero no resolvieron la situación. Sin relación con el conflicto, eran los únicos desfavorecidos. ¡Nada, cosas de la época!

A finales de 1952 Fidel Castro se encontraba en los preparativos del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Para esta fecha, se había convertido en un cuadro profesional de la revolución, ayudado económicamente por Abel Santamaría Cuadrado y Jesús Montané Oropesa. Su vinculación con Gildo Miguel Fleitas López, quien era administrador del Ácana lo llevó a interesarse por la situación de los campesinos matanceros.

El 27 de diciembre de 1952 Fidel se apareció por sorpresa en la finca y se presentó ante Paulino Perdomo Ramos, militante del Partido Socialista Popular (PSP) y líder obrero, «(…) como un abogado de La Habana que viene a ayudarles a resolver el problema que ustedes tienen y tratar de que les paguen los deudos» (XII). Como resultado de la conversación, se concertó una reunión con los trabajadores del lugar. Una vez reunidos, el abogado les explicó que sus intenciones eran las de ayudarles a resolver el problema, pero no podía hacerlo sin un poder judicial que le permitiera obrar como su representante legal.

Como es lógico los campesinos desconfiaron de la gestión de Fidel, les resultaba extraño que un abogado proveniente de La Habana, joven y que se presentaba por voluntad propia tuviese buenas intenciones, pensaron que era una artimaña de los dueños de la finca para no pagarles. Después de debatir sobre el asunto, el abogado convenció a los trabajadores, con la condición impuesta por estos de que si en cuatro días no recibían el pago se hacía inefectivo el poder judicial. De esta manera Fidel redactó el documento legal que fue firmado por los presentes.
El abogado de Tejadillo 57 les solicitó que no comentaran el asunto durante 48 horas y en ese periodo les enviaría un telegrama informándoles el resultado de los trámites. Vencido el tiempo establecido llegó la nota siguiente: «Las gestiones van bien, Fidel» (XIII). Pero no fue hasta el 30 o 31 de diciembre de 1952 (XIV) cuando el abogado proveniente de La Habana se presentó nuevamente en el Ácana para entregarle personalmente a cada campesino el dinero que se les debía. En total ascendía a más de 5 000 pesos.

Al terminar, habló con los trabajadores sobre la situación del país. Según testimonio de Santiago Anisio Ruiz, al retirarse del lugar manifestó que hacía falta «(…) bajar de Oriente para acá, con quinientos o seiscientos hombres» (XV). Evidentemente, para esa fecha Fidel tenía definida su estrategia de lucha armada, que ya se encontraba en fase de ejecución.

Como acostumbraba en esos casos, no aceptó cobrarles a los humildes campesinos, aun cuando en esa época su situación económica era bien precaria:

«Ya en diciembre —y no se me olvidará nunca ese diciembre del mismo año 1952—, vivía una situación económica muy difícil porque dependía exclusivamente de la ayuda de Abel y Montané, quienes me pagaban la casa y el carro. Fueron unas Navidades en que yo no tenía ni un centavo». (XVI)

El mismo día del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en horas del mediodía allanó la vivienda de Paulino Perdomo Ramos, por su filiación política y a sus anteriores relaciones con Gildo Fleitas y Fidel Castro. Probablemente salvó su vida, ya que al conocer la noticia esa mañana, corrió a casa y quemó los papeles que lo involucraban con ambos revolucionarios.

La participación de Fidel Castro en este proceso y su inmediata solución, ayudaron, sin dudas, a consolidar su pensamiento y concepción de justicia social, ya que era evidente que muchos de los problemas del país se debían a la falta de voluntad e insensibilidad de las instituciones. Esta fue una idea expuesta meses después en su autodefensa por los sucesos del 26 de julio de 1953.

Casi seis décadas después Fidel aún recordaba lo ocurrido, cuando le comentó a la periodista Katiuska Blanco:

«También defendí a unos trabajadores que tenían un conflicto con colonos y propietarios de tierras, tres intereses mezclados, y lo que resolví fue el asunto de los trabajadores a quienes les debían dinero. Convencí a los patronos para que les pagaran, no fue un pleito legal, utilicé más bien la astucia para convencer a una de las partes a cumplir sus compromisos. Así resolví el problema». (XVII)

Con esta causa cerraba para el Dr. Fidel Castro el año 1952. Para esta fecha su vida estaba consagrada a la organización de la lucha armada que protagonizaría meses después. No obstante, en el año 1953 no cesó su labor de abogado, elementos que se analizarán en el trabajo siguiente.

Notas

I- Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Tomo II, Casa Editorial Abril, La Habana, 2011, p.140.

II- Ibídem, p.143.

III- Recuento crítico del PPC y Yo acuso.

IV- Buscar el nombre del delator.

V- Se respetó la redacción original.

VI- Oficina de Asuntos Históricos, Fondo documental: Causas judiciales, La Habana, año 1952, caja 1, expediente 6.

VII-Ibídem.

VIII- Se respetó la redacción del original.

IX- Ibídem.

X- Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Tomo II, Casa Editorial Abril, La Habana, 2011, pp. 92-93

XI- Eusebio Mujal Barniol (1915-1986). Líder sindical, corrupto y vendido a los intereses de las patronales. Dirigió la Central de Trabajadores de Cuba(CTC) desde 1949, momento en que fue intervenida oficialmente por el gobierno de Ramón Grau San Martín para expulsar a los comunistas, hasta la huida de Fulgencio Batista el 1ro. de enero de 1959. En ese periodo fue representante y senador. Amasó una gran fortuna personal.

XII- Santiago Cardosa Arias: Artículo 9: Siete meses antes del ataque al Moncada: presencia de Fidel en la finca Ácana, Matanzas. En Aldo Isidrón del Valle (compilador). Antes del Moncada. Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 1986, p.166.

XIII- Ibídem, p.170.

XIV- No existe congruencia en la fecha dada por los testimoniantes, algunos refieren que el pago se realizó el 30 de diciembre y otros el 31.

XV- Santiago Cardosa Arias: Artículo 9: Siete meses antes del ataque al Moncada: presencia de Fidel en la finca Ácana, Matanzas. En Aldo Isidrón del Valle (compilador). Antes del Moncada. Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 1986, p.178.

XVI- Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Tomo II, Casa Editora Abril, La Habana, 2011, p.142

XVII-Ibídem pp.142-143.

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