Para que nunca se nos muera,
hay que hacerlo Partido, clase obrera,
con los campesinos en estrecha unión.
Hora es ya que los ojos de Fidel
sean tus ojos, mis ojos, los de este y los de aquel.
Hora es ya que el oído de Fidel
sea tu oído, mi oído, el de este y el de aquel.
Hora es ya que la palabra de Fidel
sea tu palabra, mi palabra, la de este y la de aquel.
Así nadie tendrá que expresar
incomprendido en su pesar:
! Ay, ¡si Fidel lo viera!,
! ¡Ay, si Fidel lo oyera!
! ¡Ay, si Fidel lo palpara!
¡Qué dolor sentiría!
¡Cómo resolvería con una idea clara!
Duele profundamente
ver que el gran dirigente,
que adondequiera va,
tenga que estar aquí, tenga que estar allí, tenga que
estar allá…
Y nosotros, ¿qué hacemos?
Si no lo asimilamos,
cuando no lo tengamos,
¿con qué ojos veremos?,
¿con qué oído oiremos?,
¿cómo caminaremos si su modo de andar no interpretamos?
Para que nunca se nos muera,
hay que hacerlo Partido, clase obrera,
con los campesinos en estrecha unión.
Para que siempre, dondequiera,
estén con nosotros sus ojos,
sus oídos,
su palabra,
su hermoso corazón.