La bahía de Guantánamo. De codiciada alhaja de la monarquía española a ilegal base naval de Estados Unidos en Cuba (Parte I)

Bahía de Guantánamo
La bahía de Guantánamo. De codiciada alhaja de la monarquía española a ilegal base naval de Estados Unidos en Cuba (Parte I)

La intervención militar norteamericana en la guerra de Cuba contra España, comenzó con las acciones por ocupar la bahía de Guantánamo

Por:
M.Sc. René González Barrios
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La bahía de Guantánamo fue descubierta por el almirante Cristóbal Colón el 30 de abril de 1494, durante su segundo viaje a América. La bautizó con el nombre de Puerto Grande. A su llegada, afirmaba el historiador guantanamero Regino E. Boti que el cacique Guamá tenía su cacicazgo, en las orillas del río Guantánamo. Dieciséis años después, Diego Velázquez procedente de La Española, desembarcó en Puerto de Palmas –uno de los bolsones de la amplia bahía– y emprendió la conquista y colonización de la isla. De Guantánamo partió el conquistador hacia el noreste, para fundar en 1511, la primera villa: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.

Con el tiempo, la estratégica bahía se convirtió en refugio seguro para marinos y piratas, quienes en su remanso y profundas aguas, se resguardaban de las tempestades y el mal tiempo. No es casual que en 1741, el almirante inglés Edgard Vermont, intentara ocuparla y establecer en ella un enclave militar. En aquella expedición punitiva, 600 hombres provenían de las Trece Colonias, incluido un capitán, hermano del futuro presidente de Estados Unidos, George Washington.

La resistencia organizada por el gobernador de Santiago de Cuba Francisco Cagigal y de la Vega, mediante la movilización de tropas regulares y milicias criollas, frustró las pretensiones inglesas. Tras 134 días de enfrentamientos, se retiraron después de dejar más de mil muertos. Tan encarnizados y fieros combates por una bahía prácticamente despoblada, constituiría la primera alerta de su importancia estratégica, dada su ubicación geográfica y condiciones naturales.

Luego de vencer a los invasores británicos en 1742, Cagigal de la Vega prevenía a la Corona sobre la necesidad de poblar la bahía y territorios adyacentes, ante el peligro de una nueva incursión extranjera. Desde entonces, fueron varias las comisiones enviadas a la zona con esa misión. La del santiaguero Nicolás Joseph de Rivera, entre 1755 y 1756, la calificó como «una alhaja de la monarquía». José Solano, marqués de Socorro, quien visitó en 1795 las principales bahías del Caribe para determinar la de mayores ventajas estratégicas como base de operaciones avanzadas: Veracruz, La Habana, San Juan, Puerto Cabello, Cartagena de Indias y Guantánamo, recomendó esta la última como posición ideal.

A similar conclusión arribó un año después, el brigadier del ejército español, Joaquín Beltrán de Santa Cruz, conde de Mompox y Jaruco, quien por Real Orden del rey Carlos IV, dirigió la comisión de Guantánamo, que pretendía realizar un levantamiento integral de la región y explorar la bahía y sus alrededores con la finalidad de fundar una villa. Santa Cruz encomendó las labores a Antonio López Gómez, oficial de la administración de rentas e historiador de la isla; él en el punto donde hoy se encuentra la ciudad, notó la presencia de pobladores dedicados a la agricultura.

En 1817, el coronel Juan Pío de la Cruz fue enviado por el capitán general, José Cienfuegos, a desarrollar aquella comarca, conocida como Saltadero, que en 1822 cambió su nombre por el de Santa Catalina del Guaso. Ese mismo año, el coronel levantó una pequeña iglesia en la localidad. Encontró allí asentamientos de colonos franceses y hacendados que, como consecuencia de la revolución haitiana, emigraron al oriente cubano y desarrollaron una próspera y variada actividad agrícola. En ese entonces, la producción algodonera era el principal renglón económico de la región, seguida por el café, el azúcar y el tabaco. Ya en 1843, en plena etapa de desarrollo y crecimiento, se creó la tenencia de gobierno de Santa Catalina. Dos años más tarde se habilitó el puerto de Caimanera, donde llegaría el ferrocarril en 1858.

El 28 de diciembre de 1853 se escogió a Santa Catalina de Ricci, como patrona y protectora de la villa. Un día después, se tomó la decisión de que la tenencia llevaría el nombre de Guantánamo y el pueblo, el de Santa Catalina del Guaso. El 1ro. de marzo de 1860 se fundó el ayuntamiento. En octubre de 1870, le fue otorgado el título de villa por la Corona, el cual se estableció oficialmente el 1ro. de diciembre de ese año. La bahía y su entorno prometían un floreciente desarrollo económico.

Durante las guerras de independencia, los acaudalados propietarios de la región fortificaron haciendas y cafetales, convirtiéndolos en pequeñas e infranqueables fortalezas. De sus ganancias abastecían a las fuerzas españolas. Guantánamo fue escenario fecundo de la actividad del Ejército Libertador, en el que se defendió con pasión el ideal de la independencia. Allí se combatió durante las tres guerras. Por la región desembarcaron en la guerra del 1895 al 1898, los principales jefes insurrectos: Antonio Maceo, Flor Crombet, Máximo Gómez, José Martí y Calixto García.

La intervención militar norteamericana en la guerra de Cuba contra España, comenzó con las acciones por ocupar la bahía de Guantánamo. Desde allí partieron fuerzas navales y logísticas, para asegurar las acciones en Santiago de Cuba y la invasión a Puerto Rico. Se cumplía la profecía del capitán de navío Alfred Thayer Mahan, sobre la importancia de la bahía en el llamado Mediterráneo americano, el dominio del futuro Canal de Panamá y el control del Caribe. Si amarga fue para la nación cubana la intervención y posterior ocupación de la isla, especialmente dura resultó para los guantanameros, quienes conocieron, desde muy temprano, las intenciones futuras de sucesivas administraciones norteamericanas.

La presencia norteamericana devino motivo de tensiones, disgustos, y, a la vez, causa directa de un arraigado nacionalismo y antimperialismo en los patriotas guantanameros y en la mayor parte del oriente de la isla. Resultaba claro el propósito de establecer, en el futuro, una estación o base naval. La prensa de esta ciudad lo refería con indignada resignación y no desperdiciaba momento para combatirla. Muestra de ello es el poema “La estrella de Cuba”, de  Manuel Castellanos Abreu, publicado en el periódico El Noticiero, el 14 de octubre de 1899:

Lucha, batalla, que vea/ el coloso americano/ que no existe aquí un cubano/ que independiente no sea. Y si tu bendita idea/ quiere torcer altanero/ en mi soberbia prefiero,/ si al fin esclava he de verte,/ destrucción, miseria y muerte/ al yugo del extranjero.

Los cubanos despertaron en 1901 con una gran incertidumbre y desesperanza. Más de un año de indefinida ocupación militar caldeaban los ánimos. Parecía que la Asamblea Constituyente, aprobada en noviembre del año anterior, anunciaría definitivamente un destello soberano en el horizonte, pero la perfidia se interponía en el camino del pueblo. Cuando los delegados definían los destinos de Cuba, apareció el secretario de la guerra de Estados Unidos, Elihu Root, para imponer la enmienda tenebrosa y nauseabunda del senador Orville H. Platt, quien manifestó que si los cubanos no aceptaban completamente la Enmienda, «(…) de inmediato ocuparemos la isla hasta que lo hagan». El establecimiento de bases navales y carboneras, quedaba legislado en ella.

Ante el temor a las reacciones populares y como medida intimidatoria, el secretario de Marina de Estados Unidos dispuso, el 10 de diciembre de 1903, la presencia en la bahía de Guantánamo de los buques de la División del Mar Caribe, que no fueran indispensables en otro teatro de operaciones. Ese día, el bolsón de salida al mar, quedaba forzosa e ilegalmente, bajo la jurisdicción norteamericana. Al triunfar la Revolución el Primero de Enero de 1959, la base ocupaba una extensión –la que mantiene– de 117,6 km2. De ellos: 49,4 (42 %) son terreno firme; 38,8 (33 %) de agua; y 29,4 (25 %) de pantanos. La línea de costa limítrofe al mar Caribe, posee 17,5 km.

Continuará...

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