
El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, demostró que la lucha armada era el único camino para derrocar a la dictadura, establecida a raíz del golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista Zaldívar el 10 de marzo de 1952.
Las acciones que acontecieron el 26 de julio de 1953 fueron, como bien tituló su libro el historiador cubano Mario Mencía Cobas, la Respuesta Necesaria dada por un grupo de jóvenes de la Generación del Centenario de José Martí, bajo el liderazgo de Fidel Castro Ruz.
El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, demostró que la lucha armada era el único camino para derrocar a la dictadura, establecida a raíz del golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista Zaldívar el 10 de marzo de 1952.
Con la toma del campamento militar de Columbia en La Habana se desvanecieron los anhelos del pueblo cubano, al impedirse la celebración de unas elecciones generales previstas para el mes de junio de ese año, que pronosticaba la victoria del Partido Ortodoxo. Esta acción anticonstitucional no tomó por sorpresa a Fidel, quien había escuchado algunos rumores que confirmaban sus sospechas, Batista estaba preparando una conspiración. No obstante, alertó a la dirección del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxos) y mostró interés en hacer una denuncia pública.
El golpe militar suscitó manifestaciones de repudio desde el momento en que se originó. Ese mismo día el Partido Socialista Popular (PSP) condenó el cuartelazo. El estudiantado universitario tampoco tardó en mostrar su oposición. En el mes de abril de 1952 los jóvenes universitarios convocaron una Campaña de Juramento de la Constitución de 1940 y efectuaron el entierro simbólico de la Ley de leyes; con tales acciones denunciaron la ilegitimidad del régimen establecido y rindieron homenaje a la Carta Magna. En el cortejo fúnebre que partió desde la escalinata de la Universidad hasta la Fragua Martiana, se trasladó un ejemplar de la Constitución dentro del ataúd. Entre los jóvenes que participaron en este desfile se hallaba Raúl Castro, quien enarbolaba una bandera cubana.Estudiantes de distintas partes del país respondieron al llamado realizado por la Federación Estudiantil Universitaria de La Habana, como la Universidad de Oriente y otros centros de enseñanza, incluso parte de la población.
Al mismo tiempo, surgieron organizaciones en oposición a la dictadura batistiana como la Triple A (Acción Armada Auténtica), creada por el Partido Auténtico y dirigida por Aureliano Sánchez Arango, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) de Rafael García-Bárcena y Acción Libertadora de Justo Carrillo Hernández. Con igual propósito se constituyó el Frente Cívico de Mujeres del Centenario de Martí, en noviembre de 1952, conocido más tarde como Frente Cívico de Mujeres Martianas, encabezado por Aida Pelayo y Carmen Castro.
El 5 de abril de 1953, el profesor universitario Rafael García-Bárcena concibió una acción armada para tomar el campamento militar de Columbia en La Habana, auxiliándose de un grupo de oficiales del Ejército. Sin embargo, el plan fracasó al ser este ampliamente divulgado y conocido inclusive por los cuerpos represivos, que inmediatamente procedieron a la detención de los involucrados en dicha conspiración. Si bien la situación económica, política y social existente en Cuba a principios de la década de 1950, con el “autenticismo” de Carlos Prío no era de ensueño, con el golpe de Estado de Batista se agravaron todos los males de la República. La nación cubana quedó sometida a un régimen que respondía a los intereses norteamericanos.
El panorama cubano exigía un cambio inmediato del gobierno de facto, era fundamental poner fin a un régimen que lesionaba las aspiraciones de todo un pueblo. Con Batista en el poder se incrementaba la corrupción política administrativa, la represión policial, censura de prensa, predominaba una élite militar que gozaba de prebendas y privilegios, quedaban suspendidas las garantías constitucionales, ilegalizados los partidos políticos, el país sin industrializar, permanencia de compañías extranjeras en la Isla; los principales problemas del pueblo sin resolverse: desempleo, insalubridad, analfabetismo, desigualdades sociales, el campesino seguía sin ser dueño de la tierra, entre otras cuestiones que ya no podían ser toleradas.
Hechos como el secuestro y tortura del periodista Mario Kuchilán, en agosto de 1952, o el asalto y destrucción del estudio del escultor José Manuel Fidalgo en febrero de 1953 —ambos críticos del régimen batistiano—, tampoco debían repetirse.
Se precisaba un 26 de julio de 1953. Fue así como varios jóvenes, bajo la conducción de Fidel, fueron organizados y preparados para llevar a cabo una lucha insurreccional armada contra la dictadura de Fulgencio Batista. Cientos de hombres, sin experiencia militar alguna, comenzaron a recibir un entrenamiento en el manejo de las armas, defensa personal, preparación política e ideológica, sobre la base de la disciplina y discreción. Se reclutaron buenos combatientes, muchos de ellos de la Juventud Ortodoxa, con una gran representatividad de jóvenes artemiseños.
La estructuración del llamado «Movimiento» entre los años 1952 y 1953 fue medular, ya que de dicha organización selectiva y compartimentada salieron los futuros moncadistas que protagonizaron la acción del 26 de julio. Con una composición heterogénea conformada por estudiantes, obreros, trabajadores por cuenta propia, entre otros sectores de la sociedad cubana. Además, es importante reconocer el esfuerzo de muchos en cuanto al aporte económico que hicieron a la causa, con el propósito de recaudar fondos para la obtención de las armas, uniformes y demás requerimientos. Igual de imprescindible fue la colaboración de Melba Hernández y Haydee Santamaría.
Aquel amanecer de domingo de Santa Ana de 1953, en la Granjita Siboney, lugar de reunión de los combatientes, se les dio a conocer el plan de ataque hasta ese momento ignorado por los jóvenes y Fidel expresó:
«Podrán vencer dentro de unas horas, o ser ven¬cidos, pero, de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras, este movimiento triunfará. Si vencen ma¬ñana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante…»
El objetivo era asaltar los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, apropiarse de las armas, convocar al pueblo y exhortar a los soldados a enfrentar a la tiranía. Sus principales jefes: Fidel y Abel Santamaría. Participaron en las acciones de Santiago de Cuba 131 combatientes, mientras que a Bayamo fueron 28 hombres. Fidel conduciría el avance hacia el cuartel Moncada, Abel tendría la misión de ocupar el Hospital Saturnino Lora y Léster Rodríguez comandaría el grupo del Palacio de Justica, el cual integraba Raúl Castro; mientras que simultáneamente se tomaría por asalto el cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo.
Vestidos todos con uniformes de sargentos pretendían confundir y sorprender a los soldados mientras dormían, esto no fue posible al extravío de unos carros a la entrada de la ciudad de Santiago, la presencia de una patrulla en áreas cercanas al cuartel precipitó la confrontación, la cual se desarrolló en las afueras del regimiento. Al frustrarse los asaltos a los cuarteles de Santiago y Bayamo, Fidel ordenó la retirada.
En la acción los combatientes manifestaron en todo momento humanismo y respeto hacia los militares. La superioridad de quince a uno y la protección que le ofrecía a los militares la segunda fortaleza más importante del país fue también un factor determinante. En relación con el fracaso de las acciones Fidel expresó en su alegato La historia me absolverá:
Considerando las causas del fracaso táctico, aparte del lamentable error mencionado, estimo que fue una falta nuestra dividir la unidad de comandos que habíamos en¬trenado cuidadosamente. De nuestros mejores hombres y más audaces jefes, había veintisiete en Bayamo, veintiuno en el Hospital Civil y diez en el Palacio de Justicia; de haber hecho otra distribución, el resultado pudo haber sido distinto…
Durante la acción armada cayeron en combate 6 asaltantes. Después se desataron los crímenes de torturas y asesinatos contra los moncadistas por parte de las fuerzas del Ejército de la dictadura. Era inconcebible para ellos, una vergüenza para el Ejército, haber tenido en el combate tres veces más bajas que los asaltantes y por ello la reacción de la dictadura puso de manifiesto su carácter criminal, asesinando a diez prisioneros por cada soldado muerto. Fueron ultimados 55 moncadistas. Entre las víctimas: Abel Santamaría, José Luis Tasende, Boris Luis Santa Coloma, Fernando Chenard Piña, Mario Muñoz Monroy y entre los principales victimarios Alberto del Río Chaviano, jefe del Regimiento n.⁰ 1 Maceo, de la Guardia Rural.
A pesar del revés sufrido, los sucesos del Moncada despertaron las esperanzas del pueblo cubano y se convirtieron en una victoria política. La sangre de nuestros mártires no se derramó en vano. El 26 de julio, día de la Rebeldía Nacional, es y será por siempre una fecha de júbilo, motivación, empuje y de esfuerzo en nuestro actuar cotidiano, por más difíciles que sean los tiempos.