Osmany Cienfuegos. Un soldado de la Revolución

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Osmany Cienfuegos. Un soldado de la Revolución

Osmany era incansable, siempre generando ideas y materializando sueños. Observador crítico, agudo, provocador, con un especial sentido del humor, enemigo de las mentiras y las dobleces, no callaba sus opiniones.

Por:
Dr.C. René Gonzáles Barrios
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Leyendo, organizando papeles, meditando sobre el pasado, el presente y el futuro, trabajando en su máxima fidelista de que el revolucionario sólo descansa con la muerte, falleció el sábado 17 de mayo Osmany Cienfuegos Gorriarán, el hermano mayor de Camilo, el revolucionario leal en quien Fidel y el Che depositaron toda su confianza.
En los últimos tiempos, releía la totalidad de las reflexiones de Fidel y las obras del Che, en la búsqueda de respuestas para la construcción del socialismo en las condiciones de Cuba. El destino de nuestra Revolución era su obsesión, como lo fue para Fidel. Sobre su lecho de muerte copias que releía y anotaba del Mensaje del Comandante en Jefe de 18 de febrero de 2008 y la Reflexión sobre la muerte de Mandela de 18 de diciembre de 2015. Fidel era su guía. Sin ignorar a Carlos Manuel de Céspedes, a quien admiraba en toda su valía, en los círculos más íntimos llamaba al líder de la Revolución Cubana, El Padre de la Patria. Tal era su devoción y fidelidad.
Revolucionario raigal, Osmany era incansable, siempre generando ideas y materializando sueños. Observador crítico, agudo, provocador, con un especial sentido del humor, enemigo de las mentiras y las dobleces, no callaba sus opiniones. En el culto a la verdad, la crítica descarnada a lo mal hecho y la autocrítica, se forjaron los equipos de trabajo que lo acompañaron en todas las misiones que le encomendara Fidel.
Los primeros años de la Revolución lo vieron como ministro de Obras Públicas construyendo viviendas, escuelas, fábricas; haciendo realidad el Programa del Moncada. Lo vieron combatiente en Girón, en la Crisis de Octubre, en el apoyo a los movimientos de Liberación Nacional en todo el mundo, con el Che en el Congo. Fidel lo envió como diplomático sagaz, a complejas misiones que requerían de olfato, cultura y altura política. Como ministro de Turismo, sentó las bases de su desarrollo.
Osmany, arquitecto creativo y prolífico, era un lector culto y desaforado. Como Fidel, leía de todo. Quizás por ello tuvieron tanta empatía. Pluma sagaz, para mantener el espíritu permanente de trabajo y creatividad en el proyecto Las Terrazas, quizás uno de sus principales legados, redactaba un pequeño periódico que nombró El Terracero, donde la crítica oportuna y certera, con nombres y apellidos, movían la vergüenza, el decoro, y estimulaban la búsqueda de soluciones. Firmaba como Elpidio Varona; mezcla de mambí (Elpidio Valdés) y pedagogo (Enrique José Varona).
Si algo lega Osmany en su vida ejemplar fue su desapego a los cargos y reconocimientos. No daba entrevistas, evitaba la prensa, prefería el anonimato y el trabajo.
A inicios de 1959, por sus méritos como revolucionario en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, fue ascendido a capitán del Ejército Rebelde. No se creyó nunca merecedor de esa jerarquía. El 26 de septiembre de ese año, escribiría a los comandantes Raúl Castro y Camilo Cienfuegos, poniendo a disposición sus grados, y que se le permitiera, como soldado, usar «…el glorioso uniforme verde olivo…» Así era Osmany.

 

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